Fue en una tarde de paso por Villa Elisa que nos hablaron de ella. Fuimos, a la antigua, sin GPS, preguntando cada algunos kilómetros hasta que dimos con la casa de Teresita.
Ahí apareció ella. Amable, cálida, dispuesta. Sus manos acompañaban la charla, sus manos charlaban. Y enseguida nos llevo a ver sus lanas, sus ovejas, su horizonte de campo, su rueca.
En el documental “La rueca” (2012), de Albano Rochás y Sebastián Bar, Teresita cuenta: “Mi abuela materna me regaló una rueca, que vino de Europa. Nosotros fuimos muchos hermanos (uno de ellos el presbítero Juan Esteban Rougier) criados en el campo y antes no se compraba la ropa como ahora, entonces mamá nos enseñó a hilar y tejer. La lana es pura y abriga mucho más, por eso ruego a Dios que con el tiempo esto no se pierda”
Hermoso antídoto contra la inmediatez de nuestros días. Gracias Teresita.