“El vino tiene que contar una historia“, ensaya Rubén Tealdi, y agrega enseguida a modo de advertencia que “por supuesto tiene que ser bueno”. Se mueve inquieto entre las parras de su viñedo de 1,5 hectáreas en las afueras de Victoria, Entre Ríos, donde desde 2006 empezó a tejer el proyecto de tener una viña y hacer vino en medio de ese paisaje cortado por las cuchillas, esos campos ondulados, y una brisa suave del Paraná, que ahora crecido se muestra como un mar.” [ Nota: Germán de los Santos para La Nación ]
